Cada vez son más las parejas jóvenes que disuelven su vínculo habiendo sido padres. La mayoría lo hace antes de los dos años del primer bebé. Otros continúan más tiempo juntos pero la duda, la necesidad o la “tentación” de dejar todo y empezar de nuevo anda dando vueltas por ahí.
En esta nota el Dr. Daniel Rubín nos acerca su parecer y su experiencia para que antes de tomar decisiones, muchas de ellas irreversibles, puedan evaluar qué significa realmente desarmar una relación.
Aspectos legales de la ruptura
Poner fin a una convivencia matrimonial no es tarea sencilla. Nadie se divorcia porque quiere, sino porque necesita hacerlo.
No abordaré aquí los aspectos emocionales de semejante decisión sino, únicamente, los legales. Sobre éstos, para mí, existen demasiadas leyendas y mucha desinformación. De modo que haré una breve reseña sobre algunos puntos salientes -sin que ello implique sustituir el asesoramiento puntual y personal que cada uno requiere- que pueden ser de utilidad.
Temas a resolver
Los grandes temas a resolver ante tal trance pueden, a mi juicio, remitirse a dos:
- La organización futura de la vida de los hijos, lo que incluye decidir acerca de dónde y cómo vivirán, cómo compartirán sus espacios y sus tiempos, y cómo serán sostenidos económicamente.
- La administración y liquidación del patrimonio conyugal.
Cuando hablo de los hijos, en este caso, no menciono dos o tres palabras claves que dan lugar a mucha tela para cortar: los “alimentos”, la “tenencia”, y el “régimen de visitas”. Y esto es deliberado.
Es que el uso indiscriminado de esos vocablos puede ser la génesis de conflictos: quién ejerce la “tenencia”, es acreedor -en nombre de los hijos- del dinero que significa la cuota alimentaria. Quién goza de un régimen de visitas, puede sentir -muchas veces con razón- que está excluído de la crianza de sus hijos.
Prefiero plantear el conflicto, si acaso cabe el término, de un modo tal que ambos padres, con responsabilidad y ayuda profesional idónea si es necesario, resuelvan los nuevos aspectos altorganizaciones de la familia desde una perspectiva más equitativa, más realista y, en definitiva, más sana.
Despojarse de esas palabras que entrecomillé y resalté, más arriba, todas impregnadas de una fuerte connotación confrontativa, puede resultar muy útil.
Ponerse de acuerdo
Comúnmente se cree que los abogados y la Justicia pondrán orden donde no lo hay. Y esto no siempre se verifica en la realidad, puesto que el divorcio o la separación de quienes convivieron es, primero, un conflicto afectivo/emocional, y luego, o como consecuencia de, un conflicto legal.
Sin abordar seriamente el primero, es fácil avizorar el fracaso de lo segundo. En todo caso, una vez que ambos padres resuelven los lineamientos e ideas básicas de un futuro pacto, los abogados podrán valerse de rótulos jurídicos. Pero no antes.
Pasos legales a dar… sin apuro
Los pasos legales relacionados con el divorcio son relativamente sencillos si antes se cumplieron los pasos que aquí propongo. Pero cuando se invierten los términos, y se despliega una gran actividad legal y contenciosa de entrada, casi a modo de catarsis, el riesgo de la escalada sin límite y la gran destrucción que ello conlleva, es difícil de aventurar. La buena relación entre divorciados -máxime cuando hay hijos de la pareja y el vínculo parental subsiste- dependerá en gran medida de ello.
– No apresurarse en este proceso resulta indispensable. De allí que es posible, con el debido asesoramiento, pergeñar soluciones transitorias -debidamente instrumentadas- como lo es el cese de la convivencia, sin que ello implique la iniciación del divorcio legal.
– También provisoriamente pueden pactarse aspectos que atañen a la organización de la vida de los hijos, el contacto que ellos tendrán con ambos progenitores, y el modo de sostenerlos materialmente de acuerdo a las posibilidades de cada padre. Los acuerdos provisorios pueden servir para pacificar, poner paños fríos y distancia en la relación, y darse tiempo para pensar.
– Si finalmente se concluye en que se debe formalizar legalmente una decisión que ya ha madurado emocionalmente, es necesario no guiarse por consejeros todo terreno, o por aquellos que han tenido malas experiencias, o por ansias vindicativas.
El verdadero desafío no es competir acerca de quién gana más juicios, o quién consigue la cuota alimentaria más alta, o quién se queda con más bienes. El verdadero desafío es, lisa y llanamente, no arruinarse la vida -de padres e hijos- en largos y costosos litigios que, zanjarán el diferendo, pero no darán paz a los contendientes.
Seguir dialogando
La preservación del diálogo entre padres, es el reaseguro de la salud psicofísica de los hijos. Para ello, los acuerdos que los involucren deben contener pautas precisas, y no meras generalidades, en lo relativo al cronograma de convivencia con cada uno de sus padres, y en los aspectos vinculados al mantenimiento económico.
Es aconsejable redactar con minuciosidad tales pactos, previendo aquello que puede dar lugar a discusiones, y no dejar librado al azar, o cláusulas abiertas que no aportan solución si se presenta el conflicto.
Conclusión
Ya solo comenzar a pensar en divorciarse, es doloroso. De decidir transitar ese camino, hay maneras menos dificultosas para hacerlo. Primero darse una buena chance entre ambos, tregua, terapia de pareja o tiempo en sí. Si aún con esos recursos, no fuera posible continuar la relación, lo ideal es tener un buen asesoramiento legal que acompañe esta transición adecuadamente.
Aspectos emocionales de la ruptura
Lic. Adriana Penerini
Desde que el bebé nace, la pareja, hasta ese momento de dos, se transforma en otra cosa. Una pareja, más uno, dos o más bebés, es definitivamente una familia. Las normas, reglas, acuerdos y decisiones que la gobiernan, son otros que los que la pareja tenía en sus inicios.
Cuando se está con alguien y punto, además alguien que nos gusta, nos divierte, nos atrae sexualmente y nos promete una vida mejor que la que teníamos… tomar en 5 minutos un bolso y salir sin rumbo para recorrer el Sur, es una cosa posible y fácil de lograr sin grandes previsones. Tarjeta de crédito, unas buenas zapatillas y algo de efectivo, un auto, o a hasta un micro de línea pueden llegar a dar igual…
Cuando se tiene un bebé o más , bajar a abrirle la puerta al correo que trae algo que es necesario firmar, puede ser motivo para una discusión, de quién va y quién no va, y el inicio del final de una relación. ¿No parece de locos?
Las cosas se complican, y en general bastante más de lo que nuestros amigos nos confiesan, o de lo que de chicos nos pareció vivir en casa.
Parece que nuestros padres se arreglaban para cortar el pasto, prender el fuego, y además recibir visitas ,mientras nos tenían bañados y cambiados sin costo alguno -nos parece- y nosotros no podemos ni llamar a la rotisería, porque ya necesitaríamos contratar a alguien para que ¡disque el número del delivery!
No necesito decirles que esto es bastante diferente a lo que habíamos soñado. Uds., lo confiesen o no, saben de qué les estoy hablando. Todo se hace más tedioso, con más esfuerzo, nos quedan menos energía y los niñitos DAN MUCHO TRABAJO!!!
¿Qué lugar le queda a la pareja? ¿Qué pareja? Me dirán algunos por ahí…
Ya a esa altura se dificulta recortar la pareja del resto de maremagnun de pañales y nebulizadores que hacen ruido de avión…
Separarse puede parecer una solución, es más: puede serlo. Pero no siempre es la solución, ya que muchas veces lo que se ve es que se termina cambiando un problema por otros.
LO IDEAL, y esto no es en contra de los abogados pero sí en favor de la familia… es:
- Intentar no llegar a ese desborde.
- Evitar la incomunicación que suele darse.
- Robarles a los chicos tiempo para la pareja.
- Darse espacios para charlar de algo que no sea cuentas pendientes o diagnósticos pediátricos.
- Recuperar el cuarto y las velas y los sahumerios y las ganas…
- Animarse a “desmamizarse “y a “despapizarse” todas las veces que les sea posible.
Porque paradógicamente, los hijos hacen de todo para separaranos: lloran sin motivo, se pasan a nuestra cama, se enferman JUSTO cuando íbamos a ir al cine- pero ningún chico quiere padres que de verdad se separan. Y el que diga que sí prefiere se está sobreadaptando para soportarlo.
Para un hijo, no importa la edad que tenga, que los padres se separen es MUY doloroso. Puede “entenderlo” pero eso no indica que le sea fácil de asimilar y que no haya sufrimiento.
La familia, peleas y discusiones de por medio – salvo quellas donde y ya hay agresiones que llegan a lo físico, o que generan violencia verbal intensa- sigue siendo un espacio saludable. Y si hay amor, vale la pena el esfuerzo de al menos hacer memoria de quién es el otro, y por qué lo elegí para mi vida, que lo más probable es que cambiemos de pareja, y OTRA VEZ se empiece a armar el mismo lío, si no somos capaces de revisar nosotros también qué nos pasa.
Si no funciona verán, pero hay terapias, y profesionales, y vacaciones, y ratos a solas, y miradas que pueden ayudar. No se priven del intento. Si funciona, todos lo terminarán agradeciendo alguna vez.